
Estereotipias en mi cabeza: imágenes, efigies y cuerpos indivisibles
Históricamente la palabra “estereotipo”, etimológicamente del griego el steréos (sólido) tipos typos (caracteres, tipos y modelos), fue creada en el ámbito de la tipografía para designar un conjunto de tipos sólidos o fijos.
Los estereotipos son entonces una convención de patrones que se basan en prejuicios que establece una sociedad en un tiempo determinado, lo que conlleva a idealizar modelos, conductas y características, y por ende, establecer una imagen estructurada que es aceptada por un colectivo social y representa la convención de un pensamiento inalterable a lo largo del tiempo.
Esta convención de patrones, formas y caracteres han constituido sistemáticamente la configuración particular de décadas y generaciones que han marcado sus rasgos propios.
El estereotipo se entiende entonces como un neologismo que a lo largo de la historia ha configurado variados elementos semánticos que han complejizado el concepto, de modo que pueda prestarse para abordarlo desde diferentes instancias, ya sea desde la psicológica e inclusive la zoología. Pese a esto la denotación primera para este concepto es la nos refiere a cualquier cosa que se repite y asume sistemáticamente de la misma forma, sin variación.
, “Estereotipias en mi cabeza: imágenes, efigies y cuerpos indivisibles” tiene dos objetivos primordiales: primero, visualizar los patrones subculturales, sexuales y físicos circunscritos al género, estética, religión, política, raza, estrato de país, evocados desde la convencionalidad del lenguaje cotidiano que inscribe directamente al origen social de los estereotipos; segundo, analizar el aspecto valorativo de estos patrones como objeto de percepción y contenido cognitivo de todo aquello que forma parte de lo que me rodea: las estereotipias adoptadas en los esquemas formalizados y de orden homogeneizador en situaciones carentes de sentido y espontaneidad de cuerpos que caen indivisibles en las márgenes de una sociedad que pretende ser el contenedor absoluto hasta de una sonrisa.
Se hace necesario entonces, comprender la estereotipia como un recurso cognitivo necesario e inevitable sin el cual nos encontraríamos confusos en una realidad demasiado inestable y contradictoria, por su parte, el “estereotipo” pretende entonces preservarnos desde el efecto desconcertante de intentar ver el mundo de modo constante y en su totalidad.
En este sentido, a través del arte en sus lenguajes expresivos y manifiestos, pretendemos que se transfiguren las propias estereotipias, instaurando percepciones y posturas críticas frente a los hechos reales de las vivencias significativas, un mundo donde la información está suministrada en buena parte por los medios de comunicación de masas y sutilmente codificado; un mundo en el que las condiciones externas de la vida urbana (ausencia de silencio, estímulos sensoriales estridentes, automatismo, condicionamientos), sólo terminaron por distorsionar la percepción real de las cosas y establecieron el juicio señalador como un rasgo humano naturalizado; un mundo, en el cual provocamos éste presente activo del aquí y el ahora para evidenciar un mapa mental que se deletrea en figuras, hologramas, fractales o “Estereotipias en mi cabeza: imágenes, efigies y cuerpos indivisibles”.